Lo opuesto al sol

En algún momento
hubiera hecho todo
para que las cosas
siguieran en un estado
prolijo, inmejorable
sin una mancha
que nos acusara de descuido,
haber parecido
una casa radiante
limpiada todos los días 
por una histérica encerrada
entra la luz perfecta
en angulo perfecto
por la ventana que da justo
al ciruelo que se riega sin interrupción
en los días semana
sin reclamar porque se ahoga,
ser un comedor
con un mantel con cuadros celestes y blancos
una taza con el fondo blanco, con complejo de inútil
sin el adorno de una mancha de labial
sin su servilleta mojada al lado.
Hubiera echo todo
para que fuéramos como esa casa
pero,
a ninguna casa le entra la luz justa
que ninguna taza puede vivir su vida
sin ser estropeada con el color del té
que ningún ciruelo aguanta
sin antes advertir que se ahoga.
Aborté la idea de querer
parecernos a esa casa reluciente y mentirosa
lo único que existió fue
la anécdota de estar encerrados
las mañanas hasta el medio día
en una pieza a la que no le entraba
una gota de luz
donde habían vasos de semanas
dejando un círculo pegajoso en los muebles
y dos cuerpos manchados
que tenían como hobbie
jugar a perdurar en lo opuesto al sol.



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